10 de mayo de 2006

Reconstrucciones

Esperábamos con ansias el 1º de Febrero, casi todos los años que recuerdo, nos despertaban de madrugada, la camioneta cargada desde la noche anterior. En pijamas subíamos y comenzábamos el viaje, la Debo generalmente no despertaba, se acostaba con los pies sobre Danilo y con la cabeza sobre mis faldas.
Algún libro para el camino, muchos casetes (ya no se ni como se escribe), y uno que otro juego de mesa.
Eran muchas horas de viaje, demasiadas para tres niños inquietos, habían un para de paradas obligadas antes de llegar a destino, al baño, a comer algo o simplemente a estirar las piernas. La carretera era la mitad de lo que es ahora, la marcha era mucho más lenta, por lo que había mucho tiempo de planear, discutir y ponernos de acuerdo en todo lo que íbamos a hacer durante dos cortas semanas.
Llegar a levantar el campamento, dos carpas, un gran toldo, la Playa Grande solo para nosotros, en ese tiempo aún no se instalaban camping, había que comprara muchos litros de agua, llevar baño químico, generador o batería para tener luz. Era impensable llegar sin camioneta.
Recuerdo que me levantaba y veía el mar, así, directamente, mar donde se podían sacar machas solo moviendo los pies y muy cerquita de la playa.
Hablábamos de eso cuando íbamos de camino, mientras en la radio siempre sonaba algo, Silvio nos acompañaba en todos estos viajes, algún compilado que se escuchaba para el plebiscito, lago de Los Prisioneros, Los Jaivas y otros muchos que nunca supe quienes eran. Es increíble como esas músicas y letras han quedado en mi memoria.
Mis padres escogían el repertorio y cantaban siempre, se cantaban, algunas veces cantábamos nosotros también.
Entes estas melodías hablábamos de los amigos que encontraríamos en la playa, de la feria que se instalaba el Domingo, de los juegos en la noche, de las fogatas que haríamos, de los castillos de arena, de lo que había que hacer si la marea subía demasiado y amenazaba el campamento.
Y la radio nunca paraba de sonar, como me gustaba eso, a veces me distraía de la conversación y pensaba en lo envolvente de alguna melodía, en lo sutil de alguna letra y muchas veces quise que alguien me cantara, como papá le cantaba a mamá.

Pensándote. Filio 1991. (ya se porqué me gusta)
Vuela la noche buscándote,juega la lluvia en mi ventana,duermen las horas en mi café,sólo el silencio me acompaña.Vuelvo la cara y miro bien,descubro un bufón en el espejo,me hace una mueca, puedo entender,intenta decirme lo que siento.No es necesaria alguna explicación,conozco historias que no acaban bien,protagonistas de la indecisión,y ahora soy yo,y ahora soy yo,y ahora soy yo,pensándote.Dejo mi libro, apago la luz,guardo la luna en la cortina,cierro los ojos y apareces tú,sólo la almohada me acaricia.


Anoche, escuchándolo cantar a Filio, me di cuenta que conocía casi todas sus letras, que reconocía sus canciones y me volvió la sensación que me producían estos viajes de vacaciones, cuando aún era una niña. Su música amable e intensa debe haber quedado en mi memoria desde aquella época.
Después de una llamada a mi padre, pude confirmar que así fue, él estaba recién descubriendo a Filio y le encantaba, ya no lo escucha, ya ni siquiera lo quiere recordar, no se porqué, no me lo dijo, se puso triste y me dijo que no le preguntara más cosas de esos tiempos, me he dado cuenta que tampoco escucha a Silvio ya.
Talvez porque ya no es el mismo, porque ya no son los mismos, porque nosotros no somos los mismos, porque hace muchos años ya se acabaron las vacaciones familiares, porque la Débora ya no está.
Quizá porque hace tiempo estamos lejos y esas músicas lo deben llevar a sensaciones de felicidad y complicidad que teníamos antes....quizá porque ya no es necesario cantarle a mamá, quizá porque lo importante ahora es darle los buenos días la despertar y las buenas noches antes de dormir.