28 de marzo de 2006

Recuerdos bajo llave


En aquél mueble que no es de ella descansan muchos recuerdos que alguna vez fueron de ambos. Ella abre aquella caja envuelta con cariño y cuidado años atrás, donde se esconden momentos que parecían infinitos y palabras que parecían verdaderas. Su intención era llenar esa caja con todos los recuerdos que andaban dando vueltas por la casa, esa casa que alguna vez fue de ambos y que ahora ya no es de ella.
No quería sacar lo que había dentro, solo quería guardar más recuerdos, pero fue imposible, había que poner en orden todo lo que habían vivido, 6 abriles de tenerse y de amarse tenían su refugio en aquella caja y si esta era la última vez que la sacaba a la luz, era la última oportunidad para ver porqué todo estaba ahí encerrado, para ver si valía la pena intentarlo de nuevo.
Sacando los recuerdos, le pareció que aquella caja era más grande de lo que parecía, muchos papeles escritos, algunos arrugados y desgastados por el tiempo, cartas que retratan su historia, el primer te amo en papel, los sentimientos que abundaban cuando él estaba lejos, a mas de 800 kms.
Algunas lágrimas recorrieron su rostro y se mezclaron con el sabor amargo que inundaban sus labios, se preguntaba como había dejado que tanto amor muriera así, sin dar aviso. Sacó un paño negro, que envolvía 42 fotografías, algunas blanco y negro, otras sepia y muchas a color, fotografías de él, de ella, de ambos, amándose y recordó como habían cambiado sus ojos a lo largo de los años, como sus miradas de a poco dejaron de encontrarse hasta perderse por completo.
Algunas entradas al cine, al teatro, recitales, al estadio, todos momentos que lograban ser únicos con él a su lado, recordó como construían panoramas que al final daban lo mismo, que podían ser tan regocijantes como una buena charla en la cama.
Sólo dos rosas envejecidas, secas, cuyos pétalos ya habían perdido el color, hizo que se diera cuenta lo poco que había cuidado su amor, o lo poco que ambos lo habían cuidado tal vez.
Ella lloró toda la pena atrasada y volvió a guardar aquellos recuerdos en la caja verde, partió a recorrer la casa en busca de más momentos para guardar, pero primero necesitaba un café y más cigarrillos. En la cocina se dio cuenta que no era su espacio, que todo estaba marcado por lo que él había construido, su taza de café favorita, su cepillo aún en el baño, algo de su ropa en el ropero, las cajas de sus cds...
Y tomó todo aquello y lo metió en la caja, repasó toda la casa y ya no vio nada de él en ese espacio, pero no pudo guardar el aire que flotaba, no pudo guardar el olor, ni las murallas, no pudo guardar los recuerdos que le traía el sillón, ni la cama y ya rendida por no poder sacarlo de la casa que es la casa de él, lloró, por largo rato, mientras sonaba un disco que no era de él, que era para ella.
Y decidió que era tiempo de partir, de salir de su no-espacio, de construir un espacio que no estuviese marcado por él, que le permitiera llenar su corazón de nuevas luces, un espacio que la reciba con una sonrisa cuando llegue en las noches. Tomó la caja y pensó en botarla, quemarla para que no quedaran rastros, pero sólo la guardo, en un lugar que no tuviese posibilidad de verla. Y decidió partir llevándose solo los mejores momentos en su corazón y todo lo que había aprendido de aquel hombre que alguna vez amo y que también la amo a ella. Su corazón tenía pena y el nudo en la garganta ni siquiera aminoraba con el café, vinieron las preguntas a su cabeza, ¿que habían echo mal? ¿qué los había alejado? Y nuevamente se dio cuenta que el amor solo había dejado de ser eso, que tantos silencios y tanta soledad con él al lado habían terminado con los sueños que alguna vez construyeron. Y no lo culpó, tampoco se culpo ella.
Y con los ojos hinchados y con los recuerdos escondidos se fue a la cama, donde la esperaba durmiendo y sin darse cuenta de lo que estaba pasando, lo mejor que le dejó este amor tan grande, un hombrecito que tiene las manos y el color de piel de él, pero que tiene los ojos de ella. Y lo miró por un tiempo indeterminado y vio que en él están reflejado los mejores momentos de su vida juntos, y que es por él por quién tiene que construir un espacio donde sean felices, que les permita amar sin el peso de este amor apagado.
Y se prometió volver a creer en el amor.

23 de marzo de 2006

¿cuando no me acompañaste?


Producto de una conversación que pudo ser buena pero que terminó como siempre...
Hoy no escribo para nadie, no espero respuesta aunque otras veces esperaba aún a sabiendas que no la iba a recibir. Se me echa encima el desencanto. Tristeza de pensar que todo eso que construyo se ha vuelto añicos y perdió la fuerza.
Ya no te quiero, lo he decidido después de haberme llegado tantas veces tu silencio. Ya no me sirve lo poco que me diste, tal vez tarde, ya lo se, me haya dado cuenta de lo lejos que estás realmente, ya mi deseo no es suficientemente grande como para alcanzarte la mano como antes, por mucho que quise extenderla, nunca llegó.
Ya no vale la pena preguntarse cuantas veces no estuviste ahí cuando lo necesité, ¿acaso tu crees que es necesario?, no entiendo porque siempre tienes que terminar hablando de ti. Si quieres puedo enumerar un montón de veces, pero no lo voy a hacer porque ya no me importa, alguna vez me importó mucho, era necesaria tu compañía, hace tiempo que ya no la es, hace meses que descubrí que estuve sola por mucho tiempo, que las cosas realmente importantes estuvieron marcadas por tu ausencia.
Y cuando me necesitas vuelves, pero vuelves herido, a sacarme en cara que te deje de querer, las cosas no se construyen solas...es lo único que quiero decir.
Ahora mis ojos han vuelto a brillar, aunque te cueste aceptarlo, espero que los tuyos lleguen a brillar con la misma fuerza que los vi alguna vez. Mis manos están muy lejos de las tuyas y no quiero que las busques ya. Mi corazón no está resentido, no me alcanza para eso, no tengo ganas de preocuparme por eso, sólo guardo los buenos momentos y el mas bello recuerdo que me queda de ti, que me va a acompañar el resto de mi vida.

10 de marzo de 2006

Sabor a ti


A veces la prisa no deja disfrutar los sabores de la vida, porque es difícil clasificar los sabores que tienen algunos momentos, algunas sensaciones. El placer de un sabor se centra no sólo en el paladar, sino que en toda la piel.
Siento que he recuperado la capacidad de deleitarme con el deseo, la pasión o el enojo, por amargo que pueda parecer a veces.
Me he dado el tiempo de saborear su mirada, por interminables horas, esa mirada que tiene sabor dulce la mayor parte del tiempo, y que me provoca retenerla hasta que los nervios no me dejan.
Puedo distinguir el sabor de sus besos- al cuál me hice adicta- sabor que necesito en todos los momentos del día y de la noche. Desde el primer beso, mis labios ansían tener ese gusto que me sacude cada vez que lo encuentro.
Me complace recibir el sabor de su cuerpo, lentamente. Mis labios buscan apoderarse del sabor de su piel -que sabe distinto en cada rincón- comenzando al rededor de su boca, de su cuello para seguir dando vueltas plenamente en él.
Mi cuerpo se estremece con el sabor de sus manos, que recorren cada parte de mi descubriendo nuevos sabores. Mi cuerpo se entorpece por tanta ansiedad de capturarlo y saborearlo en cada instante.
Me gusta sentir el sabor dulce de cada abrazo, acompañado de la melodía de nuestros suspiros.
Ya no quiero más esas prisas que dejan algo inconclusa la degustación de sus sabores, lujuriosos sabores y sensaciones que me producen un placer que quiero seguir disfrutando.

3 de marzo de 2006

Mírame bien



Después de una conversa, algo latera, me quedé pensando que puede haber cambiado tanto en mi, pero ya no me perseguirá la culpa, hoy amanecí con ganas de ser yo, la misma de antes, la misma de siempre.
No entiendo todavía, se que una historia siempre tiene dos finales, algo distintos pero con los mismos recuerdos al fin.
Mírame bien, son los mismos ojos, la misma boca, las mismas manos. Los años han pasado pero aún sigo siendo la misma, el carácter de mierda no se atenúa, cuando estoy contenta canto, cuando estoy triste también.
No entiendo que ha cambiado tanto, tal vez mis ojos ya no te buscan, mis labios no anhelan tus besos, mis manos no toman las tuyas.
Mírame bien, no por no estar contigo me convertí en alguien extraño, aún puedes adivinar lo que pasa por los tonos de mi voz, lo que pasa es que ya no hablo en plural.

Mírate bien, acuérdate
Estaba nuevo el amor, ¿o no?
Mírate bien y mírame
Era distinto el sol que nos bañó.